Nuestro libro / Notre livre

La dama del lago (1888)

La dama del lago (1888)
John William Waterhouse

mercredi 16 juin 2010

El osito blanco / Le petit ours blanc Marin Rouleau y Noelia del Hoyo

1/
Érase una vez, mucho antes de que el hombre apareciese sobre la tierra, un osito de sorprendente pelaje, suave y blando. Vivía sobre el hielo con unos pocos supervivientes de su especie y se llamaba Nouchka. Era muy pequeño y los otros se burlaban de él sin parar, diciéndole que no duraría hasta el próximo invierno. Sus padres habían desaparecido misteriosamente poco después de su primer año de vida y él se había visto obligado a valerse por sí mismo en las grandes tormentas de nieve.

Un día que estaba nevando copiosamente, Nouchka, a quien la tormenta había aislado del grupo y de su lugar habitual de pesca de salmones, cavó un agujero para protegerse del viento polar y se durmió, como una minúscula bola de pelo blanco en un océano de blancura.

Cuando se despertó, enormes trombas de agua salada caían sobre él. Nouchka creía estar soñando. Se frotó los ojos varias veces antes de aceptar que el frágil bote ahora bamboleado por las olas impetuosas del gran océano no era otro que el trozo de hielo en el que se quedó dormido horas antes. Desesperado, gritó pidiendo ayuda, pero sus gritos se perdieron en la inmensidad del desierto azul y blanco. Lloró toda la noche y, agotado, se quedó dormido.

Cuando se despertó otra vez, se dio cuenta de que el clima había cambiado considerablemente; ahora hacía calor y el osito notó una extraña sensación de bienestar en la piel suave, al meter los pies en el agua caliente. A mediodía, Nouchka vio tierra. ¡Ya era hora! El frágil iceberg estaba a punto de romperse y el osito ya tenía las nalgas en el agua pues su “balsa” se había fundido hasta quedar reducida a la mitad. Así que empezó a nadar y llegó a una playa de arena caliente y agradable para sus pequeñas almohadillas acostumbradas al frío.

El sol estaba alto en el cielo, lo que no molestaba a nuestro héroe, cuyo pelaje estaba empezando a volverse ligeramente pardo: su cuerpo estaba comenzando a adaptarse a las nuevas condiciones. Le entró una sed brutal y entonces decidió a buscar agua de lluvia y comida. Se subió a una roca gris grande y bastante blanda y comenzó a inspeccionar el inmenso bosque que se extendía ante él. De repente, una voz fuerte y grave, procedente de la roca, exclamó:
-¿Qué haces sobre mi espalda, pequeña bola de pelo?

2
El osito se dio cuenta de que aquella roca era, en realidad, un oso, un oso gigante. Jamás había visto uno de ese color.
-Perdí a mi grupo en la gran tormenta y he aparecido aquí, ¿me puedes decir cómo puedo volver?
-Vamos, pequeño, no me cuentes historias, en este lugar hace muchos meses que no llueve… Vuelve por donde has venido y déjame dormir, contestó el grandullón.
-De acuerdo, te dejaré, pero al menos dime dónde puedo encontrar algo de comida, un poco de agua y el camino de vuelta a casa.
No hubo respuesta.

El osito decepcionado se adentró en el bosque sin miedo. Siguió unas huellas de animal, que no reconocía, en aquel suelo duro. De pronto, un ruido le hizo detenerse. Miró hacia los lados pero no vio a nadie, así que siguió su camino. De nuevo se oyó aquel ruido, el osito se volvió y vio un animal hambriento que poco a poco se le acercaba.
-Hola, soy Nouchka, ¿podrías decirme dónde puedo encontrar algo de beber? Me estoy muriendo de sed y…
El animal se acercaba despacio, en silencio, y, según se aproximaba, abrió la boca.
-¡Oh, dios, deberías lavarte los dientes, tienes restos de comida entre ellos! Yo uso una pasta de dientes que te los deja blanquísimos, y Nouchka le enseñó los dientes.
El animal introdujo la cabecita de Nouchka en su boca. Entonces el osito comenzó a tener un poco de miedo.
-¡Pantera, déjale, si no quieres que te haga yo lo mismo a ti!- gritó el gran oso gris.
La pantera dejó caer al osito.
-No te preocupes, volveré- se despidió la pantera con aire vacilón.
El oso grande se acercó a Nouchka y, sin mirarlo, le dijo:
-Pero, ¿a ti qué te pasa? Si no llego a aparecer, esa pantera te hubiese comido de un bocado.
-Estaba haciéndole una inspección bucal, le recomendé una buenísima pasta de dientes… y de repente me agarró la cabeza y se la metió en su boca… ¡Este lugar es muy raro!
El oso sonrió y girando la vista hacia el osito, le dijo:
-Si te vas a quedar por aquí una temporada, es mejor que sepas algunas cosas. Te enseñaré dónde vivimos los que somos como tú. Me llamo Alish. Oye, ¿cómo has aparecido aquí?
Me gustaría volver a mi casa y con los ositos de mi grupo. Este lugar parece peligroso para mí, no estoy acostumbrado a tanto calor. Mi aparición aquí es una larga historia. Cuando bebamos algo de agua, te la contaré. Soy Nouchka. ¡Mucho gusto, peludo!
El oso y Nouchka fueron hablando a lo largo del camino sobre aquel extraño lugar hasta llegar a un claro al lado de un río. El osito miró a su alrededor: había un montón de osos, cincuenta, cien. Todos eran grandes osos grises como su amigo. La verdad es que daban un poco de miedo.
-Ya hemos llegado. Allí tienes agua para beber y lavarte. Esa pantera te ha dejado la cara asquerosa.
-Muchas gracias- contestó el osito.
-Cuando acabes me reuniré contigo, te presentaré a mi familia y te enseñaré todo esto.
Nouchka fue corriendo al agua y, mientras se abañaba, un osito de su misma altura, algo más joven que él se acercó y le dijo:

3/
-¡Eh, tú! ¡Dime por qué tu piel es del mismo color que la mía, con lunares!- le preguntó el otro oso.
Es verdad, ¿por qué al pelo de alabastro de Nouchka le estaban saliendo manchas morenas?
-¡Ya lo sé! ¡Tú debes de ser de la misma familia de osos que yo, prosiguió el osito, te bronceas con el sol!
-Es posible, nunca he conocido a mis padres. A lo mejor eran como tú, y yo estoy recuperando mi color original- dijo Nouchka, todo contento de tener una nueva piel.
Una masa gris se levantó entonces detrás de Nouchka.
-Veo que ya has conocido a mi hermano pequeño Kapish- dijo Alish, con un salmón en la boca.
Por la noche, con la cabeza llena de estrellas, Nouchka se durmió en la cueva de su amigo, a su lado.
Al día siguiente Alish llegó a despertarles temprano. Había que salir de pesca.
Avanzaron a través de un gran bosque hasta llegar al lago. O más bien, a lo que quedaba de él, pues un gigantesco deslizamiento de tierra había sepultado la extensión de agua. Kapish y Alish estaban aterrorizados: sin agua, no había más peces. El lago era su único territorio de pesca en más de 50km a la redonda.
Nouchka buscaba un modo de ayudar a sus amigos. Se acordó entonces del método de caza que él empleaba sobre el hielo, antaño: cavaba un agujero en el hielo y esperaba la llegada de peces para atraparlos. ¡A lo mejor…! Sin esperar más, se puso a mover las rocas. Kapish y Alish, sorprendidos, le preguntaron:
-¿Qué te pasa? ¿Te has vuelto loco?
-Tengo una idea, ¡ayudadme!
Inmediatamente, los dos osos se pusieron a desplazar las rocas. La tarea les tuvo ocupados toda la tarde pero el resultado estuvo a la altura de sus esperanzas: cuando Nouchka acababa de mover la enésima roca, brotó un minúsculo chorrito de agua. Y, de repente, con un enorme estruendo, un torrente de agua surgió de la montaña y se precipitó por la ladera, llevándose consigo a los tres osos. Gritando, tratando de agarrarse a las ramas y a las rocas, Nouchka, Kapish y Alish fueron arrastrados montaña abajo. Cuando consiguieron por fin salir de la corriente, habían llegado al campamento de los osos. Ahora, un río caudaloso discurría en medio de la llanura, ante los asombrados animales.
Alish y Kapish se apresuraron a contar la hazaña de Nouchka, y, esa misma noche, el osito fue llevado a hombros.
-¡Viva Nouchka!- gritaban los osos.
Alish tomó la palabra:
-Declaro a Nouchka miembro oficial de nuestra familia.
Y el osito que una vez había sido blanco, se dijo que, a pesar de todas sus desgracias, no habría podido tener un mejor viaje. ¡Ciertamente era la primera vez que un oso polar se integraba en una familia de osos pardos!
Feliz, se durmió…

4/
Al día siguiente, los osos agradecidos a la naturaleza que les había proporcionado aquel inesperado regalo, se congregaron en el claro para acudir todos juntos a la Gran Cueva del corazón del bosque, en donde vivía Obishia, el más viejo y más sabio de todos. Sabían que no debían molestarle porque el anciano vivía en soledad enteramente dedicado a la meditación. Pero creían que un acontecimiento como aquél tenía que serle comunicado. ¡Y además había que presentarle al nuevo miembro de la tribu!
Recogieron algunas frutas para ofrecérselas y se encaminaron despacio hacia la morada del sabio.
El camino casi había desaparecido bajo la maraña de vegetación que había crecido desde la última vez que habían venido a visitarlo. Se preguntaban si todavía seguiría con vida después de tanto tiempo, pero no se imaginaban el mundo sin poder contar con los consejos y la sabiduría del viejo.
El silencio en torno a la Gran Cueva era completo. Hasta los pájaros enmudecían cuando sobrevolaban el claro pues todos en el bosque conocían y respetaban al gran sabio. Los osos penetraron despacio en la cueva y se quedaron esperando para acostumbrarse a la obscuridad casi total que reinaba en ella. No se oía ni el más leve rumor.
De pronto les sobresaltó una voz potente y clara:
-¿Qué os trae por aquí esta vez?
Poco a poco vieron acercarse una forma blanquísima y enorme procedente del fondo de la cueva. El gran oso llegó hasta ellos caminando con vigor y sin titubeos. Se quedó plantado delante de Nouchka, esperando la respuesta.
Nouchka se dio cuenta de que sus ojos eran blancos también, como el resto de su cuerpo. ¡Obishia estaba ciego! Y sin embargo, y a pesar de su edad, parecía tener el vigor de un oso joven.
-¡Hola pequeño! Bienvenido a nuestro bosque.
Nouchka estaba atónito. Quiso contestar con su desparpajo habitual pero sólo acertó a musitar un “gracias” casi inaudible.
Alish se adelantó y le contó a Obishia todo lo ocurrido, su preocupación por los cambios en el clima que habían estado ocurriendo últimamente, y su alivio por lo que parecía la solución a sus problemas con el agua.
Entonces Obishia tomó la palabra:
Sé lo que ha pasado. Y no debéis preocuparos. Esto no ha sido más que cambios que ocurren de vez en cuando. Si vuelve a ocurrir sólo tendréis que desplazaros más al norte, al Gran Bosque Verde. Allí hay lagos y ríos, viviréis bien.
Pero os voy a contar una historia que ocurrirá dentro de muchos años. Vosotros no la veréis pero los hijos de vuestros hijos tendrán que vivir con ella y muy probablemente les costará la vida a ellos y a todas las demás especies del planeta.
Al oír esto, los osos se quedaron sobrecogidos de espanto. Sabían que Obishia era el oso más sabio del mundo y que nunca hablaba por hablar. Siguieron escuchando.
- Está a punto de nacer una nueva criatura que al principio os parecerá débil e insignificante pero con el tiempo se hará la más poderosa de todas y reinará sobre todos los demás animales. Al principio vivirá en armonía con los demás y sobrevivirá, como vosotros, gracias a lo que la naturaleza le dará en abundancia. Pero esta criatura, poseedora de la más útil de las cualidades, el deseo de superación, tendrá también el más pernicioso de los defectos: la eterna insatisfacción. Y siempre, por mucho que avance, por cómoda que vaya haciendo su vida, siempre deseará más. Será insaciable. Y su ansia por dominarlo todo le llevará a apropiarse de todo el planeta. Todo lo que ahora nos repartimos las criaturas, será suyo, y lo utilizará a su antojo. Destruirá los bosques, agotará los mares, ensuciará los ríos y el aire. Morirán millones de animales, desaparecerán muchas especies de la faz de la tierra para siempre.
Los osos miraban boquiabiertos al anciano. Por sus mejillas resbalaban lágrimas. Nouchka estaba aterrorizado al ver llorar a los mayores. Aquello que contaba el viejo no podía ser verdad. Éste prosiguió:
-Pronto el planeta estará tan deteriorado que la supervivencia de ellos mismos peligrará. Y entonces empezarán a darse cuenta de que no podrán seguir comportándose de la misma manera. Se reunirán, discutirán, reflexionarán sobre qué hacer para salvar lo que quede del mundo. Algunos no lo creerán y dirán que no estarán dispuestos a renunciar a nada, otros intentarán convencerlos de que no quedará otro remedio. Y así irá pasando el tiempo…
Nouchka no pudo aguantar más y gritó:
-Y ¿qué pasará? ¿Desaparecerán todos los animales? ¿Morirá el planeta?
Obishia sonrió:
-Eso, pequeño Nouchka, no puedo decírtelo. Todavía no está escrito. Todo
dependerá de que las criaturas sensatas consigan convencer a los demás y de que
todos actúen de una manera conjunta y con el mismo objetivo. Tal vez sean capaces. Tendrán que tomar una decisión. Pero decidan lo que decidan, será su responsabilidad. Sólo suya.
Pero ahora, queridos amigos, no estéis tristes. Volved a vuestro poblado y celebrad la vida. Sois inocentes y merecéis vivir sin preocupaciones. Olvidad lo que os he contado y sed felices.
Los osos se despidieron de su viejo amigo y consejero y volvieron cabizbajos a su claro.
Aquella noche cenaron en silencio. Después se durmieron tratando de imaginar aquel mundo inconcebible que les había contado el sabio. Y desearon fervientemente que las poderosas criaturas que iban a vivir en él, tomasen la decisión correcta.

Version française
1/
Il était une fois, bien avant que l’homme n’apparaisse sur terre, un tout petit ours au surprenant pelage doux et blanc. Il vivait avec quelques rares survivants de son espèce sur la banquise et s’appelait Nouchka. Il était tout petit de naissance et les autres se moquaient sans arrêt de lui en lui répétant qu’il ne tiendrait pas jusqu’à l’hiver suivant. Ses parents avaient mystérieusement disparu peu après sa première année de vie et il avit été contraint de se débrouiller tout seul dans l’immense blizzard.
Un jour qu’il neigeait à gros flocons, Nouchka, que la tempête avait isolé du groupe et de son lieu de pêche à saumons, creusa un trou pour se protéger des morsures du vent polaire et s’endormit, comme une minuscule boule de poils blanche dans un océan de blancheur.
Lorsqu’il se réveilla, d’énormes trombes d’eau salée s’abattaient sur lui. Croyant rêver, Nouchka se frotta plusieurs fois les yeux avant de se rendre compte que le frêle esquif désormais ballotté par les flots impétueux du grand océan n’était autre que le morceau de glace sur lequel il s’était endormi quelques heures auparavant. Désespéré, il cria à l’aide, mais ses cris se perdirent dans l’immensité de ce désert bleu et blanc. Il pleura toute la nuit et, épuisé, se rendormit.
Lorsque, pour la seconde fois, il se réveilla, il se rendit compte que le climat avait changé considérablement ; il était maintenant chaud et un étrange sentiment de bien-être s’empara du petit ours au pelage doux qui préféra mettre les pieds dans l’eau chaude que sur le morceau de glace. Vers le milieu de la journée Nouchka aperçut une terre ! Il était temps ! Le frêle iceberg menaçait de se fissurer et le petit ours avait les fesses dans l’eau puisque son « radeau » avait fondu de moitié. Il se mit donc à nager et arriva sur la plage de sable chaud agréable pour ses petits coussinets sensibles au froid.
Le soleil était haut dans le ciel, ce qui ne dérangeait pas notre héros, dont le pelage commençait naturellement à brunir très légèrement, comme si une nouvelle vie apparaissait peu à peu, remplaçant sa vie au pôle. Une soif brutale s’empara d’Anouchka qui se mit alors en quête d’eau de pluie et d’un quelconque repas. Il grimpa sur un gros rocher gris plutôt mou et se mit à inspecter l’immense forêt qui s’étendait devant lui. Soudain, une grosse voix rocailleuse sortie du rocher s’exclama :
- Que fiches-tu sur mon dos, petite boule de poils ?

2/
Le petit ours se rendit compte que ce rocher était en réalité un ours, un ours géant. Il n’en avait jamais vu de cette couleur. -J’ai perdu les miens dans la tempête et je me suis retrouvé ici. Peux-tu me dire comment rentrer chez moi?
-Voyons, mon petit, ne me raconte pas d’histoires, il y a des mois qu’il n’a pas plu par ici…Rentre par où tu es venu et laisse-moi dormir- répondit le grand escogriffe. -D’accord, je vais te laisser mais dis-moi au moi où je peux trouver quelque-chose à manger, un peu d’eau et indique-moi le chemin pour rentrer chez moi. Il n’y eut pas de réponse.
Le petit ours, déçu, pénétra sans crainte dans le bois. Sur le sol dur, il suivit les traces d’un animal qu’il ne reconnaissait pas. Brusquement, un bruit le fit s’arrêter. Il regarda de chaque côté mais ne vit personne et continua donc son chemin. Il entendit à nouveau le même bruit ; le petit ours se retourna et il vit un animal affamé qui s’approchait petit à petit de lui. -Salut, je suis Nouchka. Pourrais-tu me dire où je peux trouver quelque- chose à boire ? Je meurs de soif et …
L’animal s’avança lentement, en silence, et, tout en s’approchant, il ouvrit la bouche.
-Oh, mon dieu, tu devrais te laver les dents ! Tu as des restes de viande entre les dents. Moi, j’utilise un dentifrice qui les rend très blanches. Et Nouchka lui montra ses dents.
L’animal introduisit la petite tête de Nouchka dans sa bouche. Le petit ours commença alors à avoir peur.
-Eh, la panthère, laisse-le, si tu ne veux pas que moi aussi je te fasse la même chose-cria le grand ours gris.
La panthère laissa tomber le petit ours. -T’en fais-pas, je reviendrai- dit la panthère d’un air crâneur en s’en allant. Le grand ours s’approcha de Nouchka et, sans le regarder, lui dit :
-Mais, qu’est-ce qui te prend ? Si je n’étais pas arrivé, cette panthère n’aurait fait qu’une bouchée de toi.
-J’étais en train de lui faire une inspection buccale. Je lui ai recommandé un bon dentifrice et …soudain, elle m’a attrapé la tête et l’a introduite dans sa bouche… Cet endroit est très étrange !
L’ours sourit et, tournant la tête vers le petit ours, lui dit :
-Si tu veux rester quelque temps par ici, il vaut mieux que tu saches certaines choses. Je vais te montrer où vivent ceux de notre race. Je m’appelle Alish. Mais, dis-moi, comment es-tu arrivé jusqu’ici ? -J’aimerais rentrer chez moi et retrouver les miens. Cet endroit me semble dangereux. Je ne suis pas habitué à une telle chaleur. Comment je suis arrivé ici ? C’est une longue histoire. Je te la raconterai quand nous aurons bu un peu d’eau. Je suis Nouchka. Enchanté, le poilu ! Tout en marchant, l’ours et Nouchka parlèrent de cet endroit étrange jusqu’au moment où ils arrivèrent à une clairière au bord d’une rivière. Le petit ours regarda autour de lui : il y avait une quantité d’ours, cinquante, cent… Tous étaient de grands ours gris comme son ami. C’est vrai qu’ils lui faisaient un peu peur.
-Nous voici arrivés. Ici, tu as de l’eau pour boire et te laver. Cette panthère t’a mis le visage dans un état dégoûtant.
-Merci beaucoup- répondit le petit ours. -Je reviendrai te voir quand tu auras terminé ; je te présenterai ma famille et je te montrerai tout ça. Nouchka courut vers l’eau et pendant qu’il se baignait, un petit ours de la même taille que lui mais un peu plus jeune, s’approcha de lui et lui dit :
3/

-Eh, toi ! Dis-moi pourquoi ta fourrure est-elle de la même couleur que moi, par endroits- lui demanda l’autre ourson.
C’est vrai, ça, pourquoi la fourrure s’albâtre de Nouchka avait-elle une teinte brune par endroits ?
- J’y suis ! Tu dois être de la même famille d’ours que moi- reprit à nouveau l’ourson, - tu bronzes !
-C’est possible, je n’ai jamais connu mes parents, peut-être étaient-ils comme toi ? Je reprends peut-être ma couleur d’origine- dit Nouchka, tout content d’avoir une nouvelle fourrure.
Une masse grise se dressa alors derrière Nouchka.
-Je vois que tu as déjà fait connaissance avec mon petit frère Kapish » dit Alish, un saumon dans la bouche.
La nuit, la tête pleine d’étoiles, Nouchka s’endormit dans la grotte de son ami, à côté de lui. Le lendemain, Alish vint les réveiller de bonne heure. Il fallait aller à la pêche.
Ils avancèrent donc à travers une grande forêt pour arriver devant le lac ou plutôt, ce qu’il en restait. En effet, un gigantesque glissement de terrain avait enseveli l’étendue d’eau. Kapish et Alish étaient catastrophés : sans eau, il n’y avait plus de poissons. Le lac était leur seul terrain de chasse à plus de 50 km à la ronde.
Nouchka, lui, cherchait un moyen de venir en aide à ses nouveaux amis. Il se rappela alors la méthode de chasse qu’il employait sur la banquise, autrefois. Il creusait un trou ans la glace et attendait la venue des poissons pour les attraper. Peut-être que …. ! Sans plus attendre, il entreprit de déplacer les rochers. Kapish et Alish, surpris, lui demandèrent :
-Qu’est-ce qui t’arrive ? Es-tu devenu fou ?
- J’ai une idée, aidez-moi !
Aussitôt, les deux ours se mirent à déplacer les rochers. La tâche leur prit une bonne partie de l’après-midi mais le résultat fut à la hauteur de leurs espérances : alors que Nouchka venait de déplacer pour la énième fois un rocher, un mince filet d’eau se mit à s’écouler.. Puis, brusquement, dans un énorme grondement, un torrent d’eau s’échappa, dévalant la pente et emportant avec lui les trois ours. Hurlant, s’efforçant de se rattraper aux branches ou aux roches, Nouchka, Kapish et Alish dévalèrent la montagne. Quand enfin ils réussirent à sortir du courant, ils étaient arrivés à l’emplacement abritant toute la tribu d’ours. A présent, une rivière s’écoulait au milieu de la plaine, devant tous les ours ébahis.
Alish et Kapish s’empressèrent de raconter l’exploit de Nouchja et le soir même, le petit ours fut porté en triomphe.
-Vive Nouchka!- clama l’ensemble des ours.
Alish prit la parole :
-Je déclare Nouchka membre officiel de notre famille.
Et le petit ours autrefois blanc, se dit que malgré ses malheurs, il n’aurait pu espérer un meilleur voyage. C’était certainement la première fois qu’un ours polaire intégrait une famille d’ours bruns ! Heureux, il s’endormit…

4/

Le lendemain, les ours reconnaissants envers la nature qui leur avait offert ce cadeau inespéré, se réunirent dans la clairière pour aller tous ensemble à la Grande Grotte au cœur de la forêt, où vivait Obishia, le plus vieux et le plus sage de tous. Ils savaient qu’ils ne devaient pas le déranger parce que le vieil ours vivait dans une solitude consacrée entièrement à la méditation. Mais ils pensaient qu’il devait être informé d’un tel événement. Et en plus il fallait lui présenter le nouveau membre de la tribu !
Ils cueillirent quelques fruits pour les lui offrir et ils se dirigèrent tranquillement vers la demeure du sage.
Le chemin avait presque disparu sous l’enchevêtrement de végétation qui avait poussé depuis la dernière fois qu’ils étaient venus lui rendre visite. Ils se demandaient s’il serait encore vivant après tant d’années mais ils ne s’imaginaient pas le monde sans pouvoir compter sur les conseils et la sagesse du vieil ours.
Le silence autour de la Grande Grotte était total. Même les oiseaux se taisaient quand ils volaient au-dessus de la clairière car tous dans la forêt connaissaient et respectaient le grand ours sage. Les ours pénétrèrent lentement dans la grotte et attendirent afin de s’habituer à l’obscurité quasi-totale qui y régnait. On n’entendait pas le moindre bruit.
Tout à coup une voix puissante et claire les fit sursauter :
-Qu’est-ce qui vous amène à nouveau par ici ?
Peu à peu ils virent s’approcher une forme très blanche et énorme qui venait du fond de la grotte. Le grand ours alla jusqu’à eux d’un pas énergique et sans vaciller. Il se planta devant Nouchka, attendant la réponse. Nouchka se rendit compte que ses yeux aussi étaient blancs, comme le reste de son corps. Obishia était aveugle ! et cependant, malgré son âge, il semblait avoir la vigueur d’un jeune ours.
- Bonjour petit ! Bienvenu dans notre forêt.
Nouchka était sans voix. Il voulut répondre avec son audace habituelle mais il ne réussit qu’à bredouiller un « merci » quasi inaudible.
Alish avança et raconta à Obisihia tout ce qui était arrivé, son inquiétude au sujet des changements climatiques qui avaient eu lieu dernièrement et son soulagement quant à ce qui semblait être la solution aux problèmes de l’eau.
Alors Obishia prit la parole :
- Je sais ce qui est arrivé. Vous ne devez pas vous inquiéter. Ce ne sont là que des changements qui arrivent de temps à autre. Si cela se reproduit vous n’aurez qu’à vous déplacer plus au nord, vers la Grande forêt Verte. Là-bas il y a des lacs et des rivières, vous vivrez bien. Mais je vais vous raconter une histoire qui se passera dans de nombreuses années. Vous vous ne la verrez pas mais les enfants de vos enfants devront vivre avec et cela leur coutera probablement la vie à eux et à toutes les autres espèces de la planète.
A ces mots, les ours furent saisis d’effroi. Ils savaient qu’Obishia était l’ours le plus sage du monde et que jamais il ne parlait pour ne rien dire. Ils continuèrent à écouter.
- Une nouvelle créature est sur le point de naître, celle-ci au début vous semblera faible et insignifiante mais avec le temps elle deviendra la plus puissante de toutes et elle règnera sur tous les autres animaux. Au début elle vivra en harmonie avec les autres, grâce à ce que la nature lui donnera en abondance. Mais cette créature, qui possède la plus utile des qualités, l’envie de se surpasser, aura aussi le plus pernicieux des défauts : l’éternelle insatisfaction. Et toujours, malgré les progrès, malgré une vie plus confortable, elle désirera davantage. Elle sera insatiable. Et son envie de tout dominer la conduira à s’approprier toute la planète. Tout ce que maintenant nous les créatures nous partageons, sera à elle et elle l’utilisera à sa guise. Elle détruira les forêts, épuisera les mers, contaminera les rivières et l’air. Des millions d’animaux mourront, de nombreuses espèces disparaîtront de la face de la terre pour toujours.
Les ours regardaient bouche bée le vieil ours. Sur leurs joues coulaient des larmes. Nouchka étaient terrorisé de voir pleurer les adultes. Ce que racontait le vieil ours ne pouvait être vrai. Celui-ci continua :
-Bientôt la planète sera si abîmée que leur propre survie sera en danger. Et alors ils commenceront à se rendre compte qu’ils ne pourront pas continuer à se comporter de la même façon. Ils se réuniront, discuteront, réfléchiront sur ce qu’il faudra faire pour sauver ce qui reste du monde. Quelques-uns n’y croiront pas et diront qu’ils ne seront pas près à renoncer à tout, d’autres essayeront de les convaincre qu’il n’y aura pas d’autre solution. Et ainsi le temps passera…
Nouchka ne put attendre davantage et cria :
-Et qu’est-ce qui se passera ? tous les animaux disparaitront ? La planète mourra ?
- Ça, petit Noucka, je ne peux te le dire. Ce n’est pas encore écrit. Tout dépendra si les créatures sensées arrivent à convaincre les autres et que tous agissent de forme commune et avec un même objectif. Peut-être en seront-ils capables. Ils devront prendre une décision. Mais quoiqu’ils décident, ce sera leur responsabilité. Uniquement la leur.
Mais maintenant, chers amis, ne soyez pas tristes. Retournez chez vous et célébrez la vie. Vous êtes innocents et méritez de vivre sans soucis. Oubliez ce que je vous ai raconté et soyez heureux.
Les ours dirent au revoir à leur vieil ami et conseiller et retournèrent tête basse à leur clairière.
Cette nuit-là ils dînèrent en silence. Ensuite ils s’endormirent en essayant d’imaginer ce monde inconcevable que leur avait dépeint l’ours sage. Et ils désirèrent ardemment que les puissantes créatures qui allaient y vivre prennent la bonne décision.

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